La Nacionalización de la banca 1982

Un día como hoy 1 de Septiembre pero de 1982 el entonces presidente José López Portillo decidió nacionalizar la banca. En aquel discurso derramó lágrimas que le valieron burlas, apodos y que fue el cerrojo de un sexenio marcado por la corrupción y la mala administración pública

El primero de septiembre de 1982 el presidente José López Portillo rindió su último informe de gobierno al Congreso de la Unión. Célebre por las lágrimas que derramó en el estrado de San Lázaro, en aquel discurso el mandatario anunció una de las medidas más drásticas de la vida económica de México: la nacionalización de la banca.

La decisión fue el cerrojazo de un sexenio marcado por la corrupción y la mala administración de las finanzas públicas.

La decisión de López Portillo tuvo lugar después de meses de agobio económico. Una crisis provocada por la baja en los precios del petróleo y la fuga de capitales, así como la desmesura en los gastos públicos durante todo el sexenio fueron factores del desastre.

La sobreoferta de los países productores y el ahorro de energía de los países consumidores provocaron , a partir de junio de 1981, el desplome de los precios del petróleo que arrastró en su caída a la economía nacional petrolizada.

Los préstamos poco responsables, que sumados a la falta de visión y a una corrupción galopante en el gobierno federal, terminaron no sólo por reducir a cero los beneficios del petróleo sino a multiplicar la deuda externa y a devaluar en más de un 400 % el valor de nuestra moneda.

Todavia esta presente en la mente de muchos mexicanos aquella frase pronunciada un 17 de agosto de 1981 por el exmandatario: «Defenderé el peso como un perro» pero de nada sirvió ese entusiasmo ya que a las pocas semanas, el 17 de febrero de 1982, se retiró el Banco de México del mercado de cambios, el gobierno se vio forzado a declararse en moratoria de pagos y tuvo que devaluar de 22 a 70 pesos por dólar.

Para minimizar un poco los efectos de la devaluación, el gobierno emprendió una disminución del gasto público, impuso más controles a la importación, subió los precios y tarifas públicas y elevó las tasas de interés; decretó un alza general de sueldos y salarios del 10, 20 y 30 % que elevó los costos de producción, se compraron dólares y los acreedores del gobierno dejaron de renovar sus créditos.

Desesperadamente el gobierno pagó en pesos los depósitos en dólares hechos por mexicanos en la banca nacional, para no enviar sus ahorros al extranjero; se cerró la venta de dólares por cuatro días y, finalmente decidió la estatización de la banca y el establecimiento del control de cambios. El Banco de México fue convertido en un organismo público descentralizado.

Según Carlos Tello Macías, director general del Banco de México del dos de septiembre al 30 de noviembre de ese año, desde marzo y abril se había comenzado a considerar la nacionalización bancaria.

Al nacionalizar la banca, el gobierno adquirió por parte del Estado 37 instituciones de crédito privadas y figuró como accionista mayoritario o minoritario en por lo menos 100 empresas de las más importantes del país como El Palacio de Hierro y Grupo Bimbo. Por estos conceptos el gobierno se comprometió a pagar en plazo de 10 años 144 mil 440 millones de pesos. Esto sólo por el costo de la propiedad pero que se incrementó con el costo de reposición de valores. El pago a accionistas ascendió a 64 mil 737 millones de pesos. Quienes más recibieron fueron los de Banamex, con 19 mil 375 mdp; Bancomer 18 mil 967 mdp y Banca Serfín con 6 mil 740 mdp.

Mientras las bases del PRI manifestaban su apoyo al presidente con una congregación en el Zócalo y Luis Echeverría aseguraba que la medida era comparable con la Expropiación Petrolera, los hombres de los dineros alzaron sus voces.

Carlos Abedrop Dávila, dirigente de la asociación de banqueros de México, calificó de injustas e infundadas las declaraciones del presidente, quien había culpado en parte a los banqueros de la situación económica por fuga de capitales, mientras él se decía responsable del timón pero no de la tormenta.

Desde Monterrey Eugenio Clariond Reyes, dirigente de la Cámara de la Industria de Transformación de Nuevo León, afirmó que “al señor presidente, literalmente, ya se le votó la canica. En realidad el presidente fue muy cínico porque eso de que salía con las manos limpias pues… ¿Con qué hicieron la Colina del Perro, con qué hicieron todas sus mansiones? Ni modo que le alcance con su sueldo. Se escogió a la banca como el chivo expiatorio de todos los errores y las medidas disparatadas que tomó el gobierno durante los últimos 12 años”. Estas mismas palabras han sido repetidas por la sociedad mexicana desde hace 36 años.

Fuentes: La presidencia imperial, de Enrique Krauze; Nexos, agosto 1984; Hemeroteca y Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL

 


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