El 5 de abril se celebra el Día Mundial de la Conciencia, una fecha promulgada por la ONU en 2019, y que consiste en promover una conciencia global en el mundo, más allá de acuerdos políticos o económicos.
La conciencia es algo difícil de explicar por lo abstracto del término. Si nos fijamos en la etimología de la palabra, el vocablo proviene del latín conscientia («con conocimiento»).Eso significa que la palabra conciencia se refiere a aquello que el sujeto o ser humano conoce.
Ser consciente es -de alguna manera- ser responsable por los actos propios, ser capaz de asumir las consecuencias de las acciones que llevamos a cabo y admitir nuestros errores cuando los cometemos.
Sin embargo, comúnmente parece que se presentan estados de amnesia cuando se necesita lograr objetivos y se olvida fácilmente qué es bueno y qué es malo, cuáles son los caminos buenos para llegar a la meta y cuáles no lo son. Pareciera que lo importante es llegar. ¿Cómo? ¡No importa! Ya en la meta o después del objetivo, se volverá a ser bueno… ¿es esto posible?
Para tener adultos honestos y conscientes, no sólo hacen falta padres que enseñen estos valores, hace falta además un entorno que premie la virtud y castigue a quienes falten a la misma. No es sólo tener leyes, es que las personas entiendan que son responsables -por acción u omisión- de lo que ocurre en su entorno.
De ahí el trillado tema: la responsabilidad social, no estamos solos en el mundo. Lo que hagamos o dejemos de hacer nos afecta a todos y nos afectará por muchas generaciones. Tenemos una sociedad que crea incentivos a la deshonestidad, que levanta barreras en los caminos de quienes se procuran sus metas de forma honesta, que tienta constantemente a la virtud. Tenemos una sociedad que no castiga la deshonestidad, la premia… mientras castiga al virtuoso y lo margina.
Por ello, Naciones Unidas amplía el significado de la conciencia a un sentido más social. Se trata de proteger a las generaciones futuras de las guerras, de que el ser humano actúe con valores de justicia, democracia, solidaridad y derechos humanos.
Se trata de que todas y cada una de las personas, pero también las sociedades y los gobernantes actúen guiados por valores de paz y amor.
Una conciencia colectiva que se debe fraguar en todos y cada uno de nosotros, así explicado, el concepto parece un poco utópico, aun así, para fomentar esta idea son necesarias actividades educativas, culturales, sociales y cívicas, dirigidas a todas las edades y a todos los grupos sociales, de forma que cualquiera tenga la oportunidad de dar, aprender y compartir.
La conciencia sin acción no tiene valor.
Phil McGraw
Creo que esta frase lo dice todo, ser consientes no tendrá valor si no actuamos, recordemos que la conciencia se define como la parte de la psique humana que trabaja como sistema de valores del individuo y esta reacciona tanto si las acciones, pensamientos y palabras se ajustan como si son contrarios a un estándar de derecho y de honestidad.
Como decía el Dalai Lama, es difícil determinar la ubicación física de la conciencia y su base, pero es la cosa más preciosa que esta oculta en nuestro cerebro. Es algo que cada uno de nosotros como individuos debemos sentir, experimentar y valorarlo, además, es privado, esto quiere decir que nuestra conciencia es la única que nos puede cambiar como personas, al cambiar la conciencia de sí mismo (Abraham Maslow).
La conciencia requiere de honestidad, autoconfianza, incluso coraje para admitir nuestras propias debilidades, pero no debemos perder de vista que la honestidad y las buenas intenciones pueden inspirar a otros a ser a su propia conciencia y a la conciencia social.
Son tiempos para derrochar conciencia. Si bien ésta no se hereda, no es algo congénito, mirar a alguien en un absoluto estado de conciencia es inspirador, atractivo, digno de seguir, por ello puede generar un cambio cultural si son acciones colectivas. No perdamos de vista que una persona consciente es aquella responsable, que no actúa con negligencia y que trata de minimizar las consecuencias negativas de sus actos