El vino se presenta en diferentes tipos de botella de acuerdo con su origen; algunas de ellas tienen una intención determinada en temas de servicio y otras solamente son accidentes del tiempo y la tradición. Aquí te presentamos brevemente los tipos de botellas más comunes.
La botella más común es el tipo Burdeos que es aquella que tiene hombros altos. Esta forma es principalmente para poder detener algún tipo de sedimento que pudiera llegar a existir en los vinos tintos de gran guarda. Generalmente se utiliza para Merlot, Cabernet Sauvignon y Sauvignon Blanc.
Cuando las botellas se elaboraban a mano, para quienes soplaban el vidrio, lo “hombros” antes mencionados eran muy difíciles de realizar, por ello comenzaron a producir botellas tipo Borgoña. Hoy, si un vino procede de esa región se podrá encontrar en ese estilo. Busca un Chablis (Chardonnay), un Beaujolais (Gamay) o un Pinot Noir y se venderán en este tipo de botellas.
La botella para espumosos cuenta con un diseño muy interesante. El vidrio de la que están elaboradas es más grueso que el de una de vino tranquilo (sin burbujas). Además de ello, en la parte inferior cuentan con una cúpula muy pronunciada. Este intencional diseño se centra en que la botella soporte la presión de hasta 6 atmósferas que una segunda fermentación en botella puede generar; es una presión similar a la de una llanta de auto.
Las antes mencionadas se encuentran en presentaciones de 750 ml. Sin embargo, a pesar de que se desconoce quién fue el inventor de esto, hay botellas de grandes formatos. Todos son múltiplos de una botella. De esta forma, se pueden encontrar botellas Magnum (dos botellas), Salmanazar de 9 litros (12 botellas de vino) o hasta Melchor de 18 litros (24 botellas). Esto sólo por mencionar algunos ejemplos.
El vino encierra muchas historias, y su envase no podía ser la excepción.