Cuando nos concentramos en medio del ruido, manifestamos nuestra capacidad neuronal de dirigir la atención hacia un solo objetivo, ignorando simultáneamente un inmenso aluvión de datos. Eso es lo que William James, uno de los fundadores de la psicología moderna, quería decir cuando definió la atención como ‘la toma de posesión, por la mente, de un modo claro y vívido, de uno entre varios objetos o cadenas de pensamientos simultáneamente posibles.
Prestar atención es una habilidad clave
La atención muestra la capacidad del ser humano de fijarse con detenimiento en un ámbito en concreto de la realidad para retener información de valor en su memoria.
La atención funciona como un músculo, si lo utilizas poco, se puede atrofiar, pero si trabajas este músculo, él crece y se desarrolla. La atención es algo que moldea la realidad de las personas. Piensa en lo mucho que tu visión del mundo es moldeada por las cosas a las que le prestas atención. Cada cosa en la que te decides enfocar es un filtro para la forma en la que ves el mundo y aprendes de él.
2 tipos de distracciones
Los distractores sensoriales son muy sencillos y nos ayudan, por ejemplo, a dejar de prestar atención, mientras leemos, a los márgenes blancos que enmarcan el texto.
Más problemáticas resultan las distracciones emocionales, asociadas a estímulos emocionalmente cargados.
Aunque pueda resultar sencillo concentrarse en responder un correo electrónico, en medio del bullicio de una cafetería, basta con oír, por ejemplo, que alguien pronuncia nuestro nombre, para que ese dato acabe convirtiéndose en un señuelo emocionalmente tan poderoso que nos resulte casi imposible desconectarnos de la voz que acaba de pronunciarlo.
Es necesario saber lidiar con estos 2 tipos de distracciones para mantener nuestra atención enfocada. Si tienes tu atención enfocada, el cerebro conecta las informaciones que ya sabemos a las nuevas informaciones, creando nuevas conexiones neurales. Cuando no estamos enfocados, nuestro cerebro no hace estas conexiones nuevas, lo que perjudica la retención de conocimiento.
El flujo
El flujo, también conocido como «la zona», es el estado mental operativo en el cual una persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta. Se caracteriza por un sentimiento de enfocar la energía, de total implicación con la tarea, y de éxito en la realización de la actividad.
Una de las claves para intensificar nuestra conexión con este estado consiste en sintonizar lo que hacemos con lo que nos gusta, como sucede en el caso de quienes tienen la inmensa fortuna de disfrutar de su trabajo. Las personas con éxito son, independientemente del entorno considerado, las que han sabido dar con esa combinación.
Son varias, además del cambio de profesión, las puertas de acceso al flujo. Una de ellas consiste en acometer tareas cuya exigencia se aproxime, sin superarlo, al límite superior de nuestras habilidades.
Otra vía consiste en hacer algo que nos apasione, porque el estado de flujo se ve impulsado por la motivación. El objetivo último, en cualquiera de los casos, consiste en alcanzar la concentración plena, porque la concentración, independientemente de la forma en que la movilicemos o del modo en que lleguemos a ella, favorece el flujo.
Leyendo a los demás
Hay personas que son socialmente muy sensibles, agudamente conectadas con señales emocionales mínimas y con un misterioso talento natural que les permite tener en cuenta indicios que, para la mayoría, pasan desapercibidos. Una leve dilatación pupilar, una elevación de las cejas o un cambio en la postura corporal es todo lo que necesitan para saber cómo se siente el otro.
No saber gestionar adecuadamente esa información puede suponer un gran problema. Pero, si se utiliza adecuadamente, ese talento puede aumentar nuestra inteligencia social y hacernos saber cuándo un tema es delicado, el momento en que una persona prefiere estar sola o cuándo necesita una palabra de aliento.
Un ojo que sepa reconocer las pautas sutiles es muy beneficioso en muchos aspectos de la vida.
La lectura de metamensajes transmitidos por canales no verbales se produce de manera instantánea, inconsciente y automática. El impacto de estos mensajes ocultos es muy potente. Hace mucho que la investigación descubrió que la probabilidad de que una pareja siga junta es menor si, durante un conflicto marital, uno de sus integrantes repite expresiones faciales fugaces de disgusto o desprecio.
Y si, dentro del campo de la psicoterapia, terapeuta y cliente se mueven en sincronía aumenta, por el contrario, la probabilidad de que la terapia resulte exitosa.
Divagar y tener un enfoque suelto también tiene su utilidad
No siempre puede ser valioso tener el enfoque limitado a una única cosa o toda la atención dirigida a un único objetivo. Mantener tu enfoque abierto y mantener tus pensamientos a la deriva también tiene su importancia. Pero, en vez de divagar en dirección a algo perdido, es siempre posible ir en la dirección de las cosas que sean valiosas, y de ahí surgen grandes insights.
Obviamente, es cada vez más difícil tener tiempo para estar solo contigo mismo, relajarte y reflexionar, pero es muy importante que tengas estos momentos dado que ellos son capaces de aumentar dramáticamente tu potencial creativo y tu imaginación. Para tareas simples, que demanden poco enfoque como por ejemplo cerrar sobres de cartas, vale la pena dejar tu mente a la deriva y abrir espacio para las divagaciones.
Aprende a ser creativo, divaga con foco
Para desarrollar tu creatividad, es necesario pasar por 3 etapas principales:
- Orientación – cuando miramos para afuera y buscamos todos los tipos de información que podrían ayudarnos;
- Atención selectiva – cuando nos enfocamos específicamente en el reto que queremos resolver;
- Entendimiento – cuando asociamos las informaciones libremente para dejar que la solución aparezca.
En el mundo actual, donde casi todos tienen acceso a las mismas informaciones, el valor creado viene de la síntesis, la habilidad de combinar ideas de nuevas maneras, resolviendo problemas de alto impacto. La habilidad de divagar deja tu mente más libre para hacer estas combinaciones, mientras una agenda trabada y llena de compromisos te cierra a estas posibilidades.
Un estudio de Harvard, llamado “El Poder de las Pequeñas Victorias”, descubrió que las mejores ideas fluyen cuando las personas tienen tanto objetivos claros como también libertad para saber cómo alcanzarlos. Si quieres ser creativo, es importante siempre darle a tu cerebro el tiempo para pensar libremente. Lo más importante es tener varias pequeñas victorias en el camino hacia tu objetivo e ir iterando hasta que el problema sea resuelto.
Entendiendo la empatía
La tríada de la empatía. La lectura de las señales emocionales constituye una de las cumbres de la empatía cognitiva, una de las tres variedades principales de la capacidad de concentrarse en lo que los demás experimentan. Esta variedad de empatía nos permite asumir la perspectiva de otras personas, entender su estado mental y gestionar, al mismo tiempo, nuestras emociones, mientras valoramos las suyas.
La empatía emocional, por su parte, nos permite conectar con otras personas hasta el punto de sentir lo mismo que están sintiendo y experimentar, en nuestro cuerpo, un eco de cualquier alegría o tristeza que estén experimentando.
Pero, aunque la empatía cognitiva o emocional nos permita reconocer lo que otra persona piensa y vibrar incluso con lo que siente, no necesariamente desemboca en la simpatía, es decir, en la preocupación por su bienestar. La tercera modalidad de empatía, es decir, la llamada preocupación empática, va todavía más allá y nos lleva a ocuparnos de los demás y ayudarlos, en el caso de que sea necesario.
La sensibilidad social. Independientemente de que se trate de un intercambio rutinario de saludos o de una tensa negociación, todas nuestras interacciones van acompañadas de una continua corriente de información no verbal que discurre en ambas direcciones. Y los mensajes transmitidos por esa información son tanto o más importantes incluso que lo que podamos estar diciendo.
El líder bien enfocado
El liderazgo gira en torno a la necesidad de captar y dirigir eficazmente la atención colectiva. Y ello implica cuestiones tan diversas como saber centrar, en primer lugar, nuestra propia atención y atraer y dirigir luego la atención de los demás, así como captar y mantener la atención de clientes o consumidores.
El líder bien enfocado debe ser capaz de equilibrar el foco interno (dirigido hacia el clima y la cultura de la organización) con el foco en los demás (en el paisaje competitivo) y el foco exterior (centrado en las realidades mayores que configuran el entorno en que opera el equipo).
El campo de atención de un líder, es decir, las metas y cuestiones concretas en las que se concentra, dirige —con independencia de que lo manifieste o no explícitamente— la atención de sus seguidores.
Las personas deciden dónde deben concentrarse basándose en su percepción de lo que, para el líder, tiene importancia. Este efecto dominó deposita, sobre la espalda de los líderes, una carga extra de responsabilidad, porque no solo están dirigiendo su propia atención sino también, en gran medida, la de los demás.
Podemos decir que las lecciones clave son:
- Entiende cómo funciona tu cerebro. Sabe cuándo estás en control y cuándo no, para poder concentrarte mejor;
- Divagar es importante. Por más que queramos que estés concentrado a lo largo del día, es esencial tener un tiempo libre para pensar en nuevos problemas y ser creativo;
- La empatía es importante, pero es necesario saber aislarla y usarla de acuerdo con tus objetivos;
- Un buen líder logra dirigir a su equipo para lograr objetivos audaces, con significado. Para eso, necesita de autoconocimiento y de realmente darle importancia a sus seguidores.
Focus – Animado
Fuente:
Goleman, D. (2013). Focus. Argentina: Kairos.